La afirmación de que la causa primera del cáncer es el reemplazo de la respiración con oxígeno en las células normales del cuerpo por la fermentación del azúcar fue realizada por el fisiólogo alemán Otto H. Warburg, quien fue premio Nobel en 1931 por sus descubrimientos en los mecanismos de respiración celular, y padre de la famosa hipótesis que lleva su nombre sobre el origen del cáncer.
Por tanto, este científico fue el primero en sugerir que podía haber una causa única compartida por todos los cánceres, que se basaría en la alteración del metabolismo, al postular que las células tumorales producen energía con un proceso en el que no está implicado el oxígeno. Para este científico el cáncer era y es “la consecuencia de una alimentación antifisiológica y un estilo de vida antifisiológico”. Pero bien, una famosa hipótesis que, aunque fechada en 1924 y estando cerca de cumplir un siglo, la comunidad científica todavía sigue insistiendo en comprobar su certeza.
Pero bien, además Warburg afirmaba que el oxígeno no solo era una posible cura para el cáncer, ya que podía serlo para un sin fin de patologías a las que a día de hoy no se les ha encontrado cura. “Todas las enfermedades son ácidas y por tanto, donde hay oxígeno y alcalinidad no pueden existir enfermedades, incluido el cáncer” explicó. Por ello, para combatir hoy en día las patologías existen numerosos productos basados en esta creencia como pueden ser geles bucales (Bluem) cuya composición se apoya en el oxígeno con el objetivo de acelerar las cicatrizaciones de las heridas.
Una prueba de la intensidad con la que los investigadores están abordando esta línea de estudio enfocada especialmente en el cáncer es el hecho de que entre los años 2000 y 2015 se han publicado 18.000 artículos sobre el tema, pero, a día de hoy, sigue abierta la controversia de si la fermentación de la glucosa es causa o consecuencia del cáncer, como advierte en su introducción el artículo reciente publicado por Nature Communicactions, al no identificarse todavía un vínculo molecular claro entre la glucólisis [la vía metabólica de oxidar la glucosa para obtener energía] y las proteínas que controlan la proliferación celular. Sin embargo, este estudio, liderado por Johan Thevelein, de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y realizado en levaduras, apunta a que seta relación existe pero, que a veces, puede ser causal.
El metabolismo y su relación con el cáncer
La idea que hace años intentó desarrollar Warburg se basaba en que, “un estilo de vida antifisiológico (basada en alimentos acidificantes y sedentarismo) conllevaba grandes riesgos en el desarrollo de enfermedades como el cáncer, puesto que genera en nuestro organismo un entorno de acidez, la cual expulsa el oxígeno de las células”. Es decir, según destacaba en sus ideas, “donde haya oxígeno y alcalinidad, no puede haber enfermedades” añadiendo que, “privar a una célula del 35% de su oxígeno durante 48 horas, puede convertirlas en cancerosas”.
Afirmaciones que Javier A. Menéndez, Jefe del Grupo de Metabolismo y Cáncer del Programa ProCURE del Instituto Catalán de Oncología y del Instituto de Investigación Biomédica de Girona del Grupo de Metabolismo y Cáncer, ha intentado demostrar. Según este experto a través de su estudio ha intentado “volver a Warburg con una versión moderna. El mensaje del estudio es que el metabolismo de la glucosa actúa mandando señales a la célula. Hasta ahora se pensaba que las mutaciones genéticas generaban cambios metabólicos en la célula tumoral. Pero muchos pensamos que podía ser al revés: cuando el metabolismo se altera, es capaz de mandar señales a las células, proteínas y genes. Y esto es lo que faltaba conocer a Warburg, la capacidad informativa del metabolismo”.
“Este paper“, explica el experto, “señala que, sin cambios genéticos detrás, solo alterando el metabolismo —en ese caso, el de la glucosa—, se activa un importante oncogén, la proteína Ras, una de las más alteradas en la mayor parte de tumores. Los autores lo proponen como mecanismo de iniciación, es decir, que un cáncer se puede iniciar exclusivamente por un síndrome metabólico”.
Es decir, se puede afirmar, que con estudios como este enmarcados en el renacimiento del metabolismo en el estudio del cáncer, estamos ante un cambio de paradigma: “es apasionante ver que algo tan común a todas las células o tejidos como es el metabolismo, produce impactos muy importantes en el comportamiento de las células al alterar pequeñas cosas en él. Si en el futuro entendemos cómo sucede, tendremos maneras preventivas o de tratamiento del cáncer completamente novedosas basadas en el metabolismo”, apunta Menéndez.
“Si nos quedamos con la idea de que todo se basa en una mutación genética, entonces la gente se cuestiona si necesita cambiar o no su dieta y su forma de ejercicio físico” añadía el experto. Pero, como bien afirmaba Warburg y como se ha podido comprobar a posteriori, las personas que viven en el área mediterránea tienen menos cánceres de mama que los países nórdicos, aunque genéticamente seamos idénticos. La explicación está en el impacto de la dieta diaria sobre el metabolismo. “Si a nuestro cuerpo le damos las posibilidades metabólicas para que la célula pueda ser más maligna, las va a aprovechar, y ese es el problema que tenemos ahora”, indica Menéndez.
Pero bien, en todas estas afirmaciones y para entender bien como se relaciona el azúcar con la proliferación del las células tumorales, hay que tener cuidado y no confundir la oxidación de la glucosa con el azúcar que tiene en la despensa. La glucosa es un azúcar, como la lactosa o la fructosa. Pero el azúcar de mesa es un disacárido llamado sacarosa, compuesto por dos monosacáridos: glucosa y fructosa.
No es cierto que eliminando el azúcar refinado de la dieta los cuerpos dejarán de recibirla. La glucosa está presente en un sinfín de alimentos —cereales, panes, frutos secos, etcétera— y es el principal combustible de las células de nuestro organismo. Por tanto, aunque no se consuma sacarosa, nadie se libraría de la glucosa. “Las células tumorales utilizan mucha glucosa y tienen mecanismos para aprovecharla mejor que una célula normal” describe Josep Maria Argilés, director del grupo de investigación de Bioquímica y Biología Molecular del Cáncer en el Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona.
Y es que, según se ha comprobado “la glucosa es uno de sus combustibles favoritos, junto con el aminoácido llamado glutamina, pero las células tumorales la usan de una forma muy ineficiente: en lugar de aprovecharla al máximo, como hacen las células normales, donde la glucosa se oxida totalmente a dióxido de carbono y agua, fabrican grandes cantidades de lactato, dando lugar a un rendimiento energético muy bajo, generan muy poca energía. Es como comer un kilogramo de carne y tirar 900 gramos. ¿Cómo se traduce en el paciente? Cuando sufre esta ineficiencia metabólica, el paciente come mucho pero no engorda, por lo que en muchos casos de cáncer, aunque no sea la única razón, se presenta el fenómeno de la caquexia, una pérdida de peso muy acentuada que se suele identificar con la muerte”, explica Argilés.
Y, ¿cómo repercute en la dieta?
De momento, y gracias a este estudio basado en la idea inicial de Warburg, se ha confirmado es que el consumo excesivo de azúcar, en forma de bollería industrial o bebidas azucaradas, lleva a una situación de obesidad, y numerosos estudios epidemiológicos demuestran que la obesidad marcada o mórbida es un factor de riesgo de cáncer.
En la comunidad científica internacional, se acepta que el 80% de los tumores podrían asociarse a factores externos, entre los cuales están identificados y reconocidos el 20% o 25% con el tabaco, entre el 25% y el 30% con la dieta, el 15% con agentes infecciosos, del 10% al 15% con la obesidad, y entre el 4% y el 5% con el alcohol.
En definitiva, se puede comprobar, si una persona ha tenido un cáncer y aumenta de peso o tiene obesidad más marcada debido a una vida antifisiológica, la evidencia indica que tiene riesgo de que el tumor reaparezca o aparezca un tumor nuevo si no lleva una dieta saludable. “Una persona que ha tenido cáncer debe reducir su consumo de azúcar, sobre todo el refinado, porque es un factor importante de reincidencia. Hacer ejercicio, mantener una dieta de frutas, vegetales y cereales integrales es muy importante para las personas que han tenido un cáncer”, concluye González.
Seguiremos Informando…