El 24 de abril de 2013 murieron en Bangladesh más de 1.130 trabajadores cuando las ocho plantas del Rana Plaza, el edificio donde trabajaban, les cayeron encima. Entre los escombros se identificaron 29 marcas de la industria de la moda, Walmart entre ellas. Diez años después, la empresa sigue negándose a firmar el Acuerdo Internacional sobre Seguridad y Salud en la Industria Textil y de la Confección establecido tras la tragedia. La denuncia la hace la ONG Clean Clothes Campaign, dedicada a mejorar las condiciones laborales de las personas que trabajan en la industria global de la confección. Y lanza una advertencia.
El 19 de enero de 2023, el Sindicato UNI Global publicó los datos del Estudio Internacional de empleados de Amazon, encargado a Jarrow Insight, sobre las condiciones laborales de los empleados de Amazon. Más del 57 % de los encuestados afirman que la vigilancia en la empresa ha tenido un impacto negativo en su salud mental, el 78 % de los repartidores considera que los objetivos son difíciles de alcanzar y el 65,7 % de los conductores declaran que el control de la productividad ha tenido un impacto negativo en su salud física. Y la cuerda se tensa cada día más.
De orígenes distintitos, ambas empresas enfrentan un mismo problema sin resolver: derechos laborales, tanto de sus empleados directos como de los que intervienen en su cadena de producción. Aunque las dos cuentan con un Código de Ética propio que incluye el respeto a la seguridad laboral, los derechos humanos y las transacciones justas, los resultados de su aplicación distan de la teoría.
Una advertencia para Walmart
“Nuestras políticas y acciones demuestran nuestro interés de fomentar la competencia al cumplir con todas las leyes antimonopolio y de competencia aplicables, así como participar en prácticas de mercadeo y ventas que sean honestas y exactas. Al hacerlo, creceremos como compañía y continuaremos ayudando a nuestros clientes alrededor del mundo a ahorrar dinero y vivir mejor”, reza la Declaración de Ética Global de Walmart en el apartado relativo a la integridad en el mercado y las transacciones justas. Pero para Clean Clothes Campaign no es suficiente.
La ONG ha hecho un listado de las empresas que han firmado el Acuerdo Internacional sobre Seguridad y Salud en la Industria Textil y de la Confección, y las que no. Y Walmart está entre las segundas, junto a un centenar de empresas que se contraponen a las más de doscientas que ya se han comprometido a cumplir sus promesas sobre la seguridad contra incendios y edificios en Bangladesh, vinculante con los sindicatos. La campaña sigue activa y cuenta hasta ahora con más de 63.000 firmas. Se puede seguir en redes sociales a través del hashtag #RanaPlazaNeverAgain.
Antes y, sobre todo, después de esta tragedia, el debate público en redes sociales pidiendo a #Walmart, y otras empresas, tomar acción para mejorar las condiciones de los trabajadores textiles en #Bangladesh, ha sido constante. Pero desde la multinacional de origen estadounidense, no se dan por enterados, están concentrados en las 10.600 tiendas que tienen en más de 20 países, las cuales en 2022 le generaron unos ingresos de $572 mil millones, y más de $13.6 mil millones en ganancias netas.
Tal posición, además, está apoyada por una legislación local que señala como culpable al gobierno de Bangladesh por falta de seguridad en sus industrias y violaciones a los derechos laborales, antes que a quienes hacen negocios con este. Dos meses después de la tragedia, en Estados Unidos, la administración Obama incluyó una disposición en la Ley para eliminar las exenciones arancelarias otorgadas a este país, tal y como reseñó entonces The New York Times.
Pero la responsabilidad de Walmart, más que económica y legal, es moral. Clean Clothes Campaign califica a la empresa de “irresponsable” por dar prioridad a sus ingresos antes que a la seguridad de quienes trabajan en su cadena de suministro. La organización recuerda que el Acuerdo Internacional sobre Seguridad y Salud en la Industria Textil y de la Confección expira este mes de octubre de 2023 y debe ser sucedido por uno nuevo, de al menos 10 años de duración, que reforzará la obligación de las marcas de ropa y textil a garantizar la seguridad de estos trabajadores. A Walmart le quedan pocos días para cumplir con el deber de adherirse, de no hacerlo, la presión pública podría demandárselo, advierte Clean Clothes Campaign.
La cuerda tensada de Amazon
“No tolerar ningún tipo de discriminación y promover una cultura de sana convivencia en el trabajo, de respeto, trabajo en equipo, solidaridad e igualdad… No permitir ningún tipo de acoso, intimidación, burlas, amenazas, señalamientos u otras actitudes de violencia física o psicológica, que atente contra la dignidad de las y los trabajadores, los incomode o provoque que se sientan acosados del modo que sea”, reza el Código de Ética de Amazon en el apartado relativo al respeto a los derechos humanos y no discriminación. Pero el Sindicato UNI Global intenta demostrar que es solo negro sobre blanco.
Un estudio publicado el pasado enero, encargado a la inglesa Jarrow Insights dedicada a analizar datos para sindicatos y movimientos liderados por trabajadores, concluye que “el sistema de control del rendimiento de Amazon hace que sus trabajadores se sientan estresados, presionados, ansiosos, como esclavos, robots y sin confianza”. Se basa en las respuestas de dos mil trabajadores de almacén, conductores y oficinistas de Amazon en Estados Unidos y otros países. Más de la mitad de los encuestados afirmaron que tal sistema ha tenido un impacto negativo en su salud física y mental.
En 2022, los ingresos de Amazon fueron de 513.983 millones de dólares, un 9,4 % más que en 2021, aunque registró unas pérdidas netas de 2.722 millones de dólares, según datos publicados por la empresa el 2 de febrero de este año. Para compensar el incremento de sus gastos operativos, entre otras medidas, ha despedido a nueve mil trabajadores en lo que va de 2023. Pero la presión sobre los empleados va más bien en otro sentido.
Una investigación del digital estadounidense Business Insider, asegura que el desgaste de la plantilla del gigante del comercio electrónico provocó en 2021 una rotación de al menos el 35 % en algunas divisiones. Las razones serían falta de reconocimiento e incentivos, algo que corrobora UNI Global en algunas de las conclusiones de su encuesta: “Los trabajadores describen una cultura de gestión carente de empatía básica, que refleja el algoritmo implacable y fundamentalmente no humano que constituye su base”.
Pero la empresa está centrada hoy en vigilar que sus gastos no sigan disparándose, un objetivo que no parece contemplar mejoras en su política interna, sino todo lo contrario. Los planes de regreso a la oficina (RTO) anunciados por el CEO, Andy Jassy, para que los empleados que han seguido teletrabajando tras la pandemia asistan presencialmente al menos tres días a la semana, están tensando la cuerda.
La medida ha provocado protestas y renuncias, como muestra al descontento por este y otros anuncios de reducción de beneficios, según recoge el canal de TV estadounidense CNBC. El reto de Amazon en los próximos meses, además de evitar que el ejercicio 2023 cierre en números rojos, será resolver los problemas que están elevando el descontento interno, de lo contrario, la repercusión negativa en su comunicación externa y su reputación, no tardará en llegar. Dicen que las cuerdas revientan por lo más delgado.
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