Ahora va poniendo verde a su antiguo jefe, al que intentó apuñar haciéndole la competencia después de que le sacara del arroyo al que le condenó el italiano. No salió bien y desde entonces todo es un contubernio en su contra. Ni sus amigos de Podemos cuentan con él, a pesar de todo lo que hizo por ellos. La frustración, la ira, la rabia se vuelcan ahora en una red social. Pero la realidad es la que es: todavía se le recuerda por los pasillos, pidiéndole más y más cuota de pantalla al que ahora pone a escurrir. Y no será porque que no le dieron un programa con un coste estratosférico para hacer unos datos de audiencia discretitos y llevar a los amiguetes de paseo.