Los niños que forman parte del colectivo que tienen Necesidades Especiales son uno de los principales grupos de riesgo para desarrollar un Trastorno de Evitación o Restricción de la Ingestión de Alimentos (TERIA), más conocido socialmente como Trastorno del Niño Mal Comedor. Las conductas rígidas, restrictivas y obsesivas que suelen presentar constituyen un factor relevante a la hora de favorecer la aparición de este Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) que suele diagnosticarse entre los 2 y 6 años.
Se trata de un trastorno que afecta especialmente a menores con Trastorno del Espectro Autista (TEA), Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), Diversidad Funcional de tipo cognitivo, Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y, especialmente, Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG). Así, según datos de la Asociación Española de Pediatría, el 80% de la población infantil que presenta alguna de estas problemáticas, desencadena un TERIA.
A pesar de que se requiere un mayor conocimiento e investigación sobre el TERIA, los estudios realizados hasta ahora revelan que la incidencia entre los casos de TEA es del 18%; entre los de TDAH, del 20%; y entre los de TAG, del 60%.
Rigidez y obsesión, factores desencadenantes
El neuropediatra del Hospital HM Nens, Dr. Miguel Ángel Hernández, afirma que “no existe una base neurobiológica que justifique el desarrollo del TERIA, sino que se considera más bien que las conductas ritualizadas, restrictivas y obsesivas que se ven en trastornos como el TEA y los TOC, cuando afectan a la conducta alimentaria, provocan la aparición de la sintomatología propia de este trastorno”.
El TERIA se caracteriza por presentar una alta sensibilidad a determinadas características sensoriales de algunos alimentos, una restricción en la cantidad que se ingiere o por aparecer como consecuencia de una experiencia traumática como asfixia, vómito u otros síntomas gastrointestinales y se diferencia de la Anorexia o Bulimia Nerviosa porque no hay una distorsión de la imagen corporal ni miedo a aumentar de peso. Sin embargo, sí puede llegar a frenar el crecimiento, provocar cambios significativos de peso (pérdida, sobrepeso u obesidad) y carencias nutricionales.
Joana Torán, una de las nutricionistas de HM Nens, explica que “son niños que no suelen tener mucha sensación de hambre, no muestran ningún interés por la comida o tienen fobia a los alimentos que no les gustan y ante ellos, reaccionan de manera muy intensa. Su aversión puede deberse a la textura, el color, el sabor, la marca, etc. o a haber sufrido alguna experiencia traumática como una gastroenteritis, un ahogo o un vómito”.
La actitud de la familia es determinante
La aparición del TERIA suele darse entre los 2 y los 6 años, pero puede tratarse y superarse. El tratamiento debe llevarse a cabo desde un enfoque nutricional para establecer el peso, la pauta de crecimiento y el estado nutricional y conductual, pues comporta una afectación de las funciones del paciente y de la vida social (negatividad a comer en el colegio, fuera de casa, no querer ir de colonias, etc.). Por ello, cada caso debe abordarse de manera personalizada y multidisciplinar, siendo necesaria la participación de pediatras, neuropediatras, psicoterapeutas, endocrinólogos, gastroenterólogos, nutricionistas, enfermeras y la familia, la cual tiene un papel determinante.
La responsable del Servicio de Psicología de l’Hospital HM Nens, Sílvia Fernández, indica que “los niños que padecen TERIA llegan a desesperar a las familias porque sufren al ver que no comen y temen por la salud de su hijo, por lo que necesitan adquirir las pautas de comportamiento adecuadas para romper las rutinas adquiridas en la mesa de casa y, a veces, no es fácil. En muchos casos, son familias sobreprotectoras a las que les cuesta poner límites provocando un empoderamiento del pequeño que hace que, en este ámbito, se genere una mala relación en el núcleo familiar”.
Además de la terapia familiar, con el niño se realiza terapia conductual basada en juegos con los alimentos para ofrecerle la oportunidad de probarlos. Es importante conseguir implicarlos en las comidas y darles poder de decisión, ya que deben adquirir autonomía. La técnica de establecer recompensas suele ser bastante efectiva. También se utiliza terapia cognitivo-conductual, cuyo objetivo es calmar la ansiedad que puede generar el saber que se acerca la hora de comer o tener que sentarse en la mesa.
En el Hospital HM Nens, el tratamiento de los niños se hace a través de los Grupos de Sensibilización. Con un máximo de cinco pacientes, se organizan juegos y actividades, cuya finalidad es que toquen los alimentos, se los lleven a la boca, los noten, los aprecien y, finalmente, los prueben. Han de acostumbrarse a ellos progresivamente. Otra de las acciones que se realiza es el Foodchaning, técnica que consiste en ir estableciendo una cadena entre alimentos similares. Por ejemplo, si a un niño le gustan los nuggets de pollo, avanzar pasando al pollo rebozado, al pollo rustido, pescado rebozado, etc.
Coordinación con las escuelas
Para superar el miedo de los pequeños a comer en el colegio y fuera de casa, también es muy importante la coordinación con las escuelas. De este modo, desde el hospital monográfico infantil de HM Hospitales en Barcelona se trabaja conjuntamente con los centros educativos y las familias para que éstas confíen en dejar a los niños y los equipos de los comedores escolares sean conscientes del trastorno y sepan cómo deben atender al alumno.
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