El párkinson es una enfermedad neurodegenerativa que afecta a más de 150.000 personas en España, según la Sociedad Española de Neurología (SEN). Su diagnóstico puede tardar años, ya que presenta más de 40 síntomas distintos, desde temblores hasta problemas de visión o deterioro cognitivo. Además, su incidencia ha aumentado rápidamente en los últimos 25 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin embargo, la ciencia acaba de dar un gran paso adelante. Investigadores del Centro de Investigación de la Enfermedad de Parkinson WEHI han logrado descifrar la estructura de una proteína clave en el desarrollo de esta enfermedad: PINK1, un hallazgo que podría abrir la puerta a nuevos tratamientos.
Las mitocondrias son las responsables de generar energía dentro de nuestras células. Cuando se dañan, necesitan ser eliminadas para evitar problemas mayores. Aquí es donde entra en juego PINK1, una proteína que identifica las mitocondrias defectuosas y señala que deben ser eliminadas.
En personas con párkinson y una mutación en el gen PINK1, este proceso no funciona correctamente. Como resultado, las mitocondrias dañadas se acumulan, liberando toxinas y provocando la muerte de las neuronas, lo que contribuye a la progresión de la enfermedad.
Un hallazgo revolucionario
Hasta ahora, los científicos sabían que PINK1 estaba vinculada al párkinson, pero no habían podido observar su estructura ni entender exactamente cómo se activa. Gracias a este nuevo estudio publicado en Science, por primera vez se ha logrado visualizar PINK1 unida a las mitocondrias.
Según el profesor David Komander, líder de la investigación, este descubrimiento marca un “hito importante” en la lucha contra la enfermedad. “Ver cómo funciona PINK1 nos da nuevas herramientas para activarla y cambiar la vida de quienes padecen párkinson”, aseguró.
La Dra. Sylvie Callegari, otra de las autoras del estudio, explicó que han identificado los cuatro pasos que sigue PINK1 para detectar y eliminar las mitocondrias dañadas. Con esta información, los científicos esperan desarrollar fármacos capaces de estimular la función de PINK1, ralentizando o incluso deteniendo la progresión de la enfermedad en personas con mutaciones en esta proteína.
A pesar de que aún queda camino por recorrer, este descubrimiento supone una luz de esperanza en la búsqueda de una cura para el párkinson, una enfermedad que hasta ahora no tiene un tratamiento que detenga su avance.
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