El exministro José Luis Ábalos, además de inconsciente, se muestra trágico en la semana en la que la Fiscalía Anticorrupción va a solicitar agravar las medidas cautelares en su contra. Afirma José Luis que en su cuenta corriente apenas hay 6.000 euros y que, por tanto, no tiene ninguna posibilidad de hacer frente a una fianza que evite su ingreso en prisión. Todo esto después de que el Ministerio Público haya solicitado una pena de 24 años de prisión, lo que el exministro entiende como una maniobra de intimidación para que aflore un dinero que no tiene. Señala que su patrimonio, tras su separación matrimonial, quedó reducido a su vivienda habitual en Valencia —una vivienda modesta que adquirió por 27.000 euros— y al local que compró por 90.000 euros, un espacio que quedó anegado por una filtración de aguas fecales y cuyo valor disminuyó, quizá como metáfora de su propia vida.
Por tanto, Ábalos sostiene que, si el fiscal Luzón sigue empeñado en encerrarle, tendrá que ingresar en la cárcel, convirtiéndose en el primer diputado privado de libertad, lo que originaría un auténtico escándalo internacional. Por otra parte, don José Luis no se plantea ni en broma un acuerdo con la Fiscalía, tal y como hizo el “chivato” Víctor de Aldama, de quien señala que, a diferencia de él, sí se enriqueció con todas las operaciones de compra de material sanitario.
Teniendo en cuenta que el magistrado Leopoldo Puente ya señaló en octubre que existía un riesgo creciente de fuga —riesgo que aumentaba a medida que se alejaba la fecha del juicio— y que son cinco los delitos que se atribuyen al exministro: organización criminal, cohecho, uso de información privilegiada, tráfico de influencias y malversación, el tito Ábalos tiene todas las posibilidades de comerse el turrón en un chabolo de Soto del Real.
Además de delincuentes, torpes y brutos, los personajes del caso Koldo son miedosos: insensibles al decoro, ajenos a la filosofía, desconocedores de la ética y apasionados por los gustos más chabacanos. Su divisa podría ser Koldo, un hombre obsesionado con ser condecorado por la Guardia Civil, pero también es de semejante estirpe el tito Ábalos. Ambos, detrás de su fanfarronería exhibicionista, esconden un espíritu vulgar y un paladar zafio para las mujeres. Cerdán es una irrupción de vulgaridad: un trincón que habita un mundo grave, lúgubre y cateto de socialismo de comisiones. Todos ellos son irresponsables y todos van a acabar en ese infierno de aburrimiento que es el talego. Allí podrán arrepentirse de haber querido atender a sus pasiones individuales que, en definitiva, contradicen la inteligencia y son destructivas para quienes las padecen.
Nada más lejos de nuestra intención que ser despiadados con alguien que vive la angustia de convertirse en cliente primario del sistema correccional; alguien cuya personalidad no dista mucho de la de todos aquellos chorizos que le rodearán en el patio, en la cola del “piri”, y de quienes, antes del primer contacto, siempre habrá tenido una muy pobre opinión.
Debe saber José Luis que llevará su tiempo inmunizarse contra todo aquello que le rodee en el talego, incluso superar el coñazo de unos jinchos que, por lo que pueda caer, siempre serán agradables y complacientes con la persona de un exministro. Sinceramente, esperamos que el director de la prisión tenga un trato de favor con su persona y le procure un chabolo individual donde no tenga que soportar los lamentos de nadie que le distraigan de sus recuerdos de aquellos tiempos en los que era feliz colocando putas en la administración.
Así afrontará su nueva existencia alejado de banalidades domésticas y de fiestas desmesuradas, y comprenderá que todos esos estereotipos y clichés que sobre la vida penitenciaria se han instalado en su imaginación son más falsos que el alma de Aldama.
Esperamos, asimismo, que encuentre pronto un machaca que cubra sus obligaciones de limpieza del talego y que pueda vivir alejado de las brutalidades de ese portero del club de putas, de las hazañas delincuentes de ese retrasado mental de Cerdán, y que se distraiga con los relatos de los crímenes y violencias de todo orden que algunos inquilinos le regalarán en las interminables horas de patio.
En conclusión, todo apunta a que el tito Ábalos va a tener que ir haciéndose a la idea de que sus próximas legislaturas serán en el talego, donde ni se vota ni se admiten lloriqueos. Allí descubrirá que la importancia de la vida no se mide en influencias, sino en años de condena, en rifirrafes, en gramos y en la habilidad suficiente para meter el rabo entre las piernas y evitarse líos. Y cuando por fin escuche ese sonido, que quedará para siempre grabado en su memoria, el del cerrojo del chabolo, y se quede a solas con sus recuerdos, quizá entienda que, al final, todo este tinglado no era más que el previsible destino de quien juega a listo en un mundo donde eres un tonto y siempre hay alguien dispuesto a traicionarte. Entonces solo le quedará soñar con la fuga y arrepentirse de no estar en estos momentos rodeado de Jessicas en el Caribe.









