La reciente presentación de la nueva identidad visual del Ayuntamiento de Madrid —desvelada el 22 de noviembre durante el encendido navideño— marca un hito relevante en la estrategia comunicativa del consistorio. Tras más de dos décadas sin una actualización significativa y con el último rediseño completo fechado en 2016, el equipo de José Luis Martínez-Almeida ha impulsado un restyling orientado a reforzar la presencia institucional en los entornos donde hoy se produce la mayor parte de la comunicación pública: las plataformas digitales, la señalética urbana y los soportes de alta visibilidad. La intervención, que no altera el escudo ni la bandera oficiales, apuesta por una simplificación formal del logotipo y una tipografía renovada para ganar legibilidad, coherencia y adaptabilidad en múltiples formatos.
Para analizar las implicaciones de este cambio, desde PRNoticias conversamos con un experto en comunicación que aborda el sentido estratégico y simbólico de la nueva imagen municipal. A través de las respuestas de Ignacio Camuñas, Especialista en Comunicación y Social Media en NITID, exploramos qué narrativas puede estar activando un diseño más minimalista, a qué segmentos de ciudadanía se dirige prioritariamente una actualización institucional de este tipo y cómo un logotipo puede influir en la relación emocional entre vecinos y administración. Además, profundizamos en los criterios con los que se evalúa el éxito de un rebranding público, los riesgos de intervenir un símbolo históricamente arraigado y las decisiones que, en su opinión, constituyen los principales aciertos y áreas de mejora de la nueva identidad visual de Madrid.
¿Qué objetivos estratégicos puede estar persiguiendo el Ayuntamiento con la actualización de su identidad visual?
Desde un punto de vista comunicativo, creo que el Ayuntamiento busca actualizar una identidad que quizá ya no respondía bien al ecosistema actual, donde la mayor parte de la relación con la ciudadanía pasa por lo digital, especialmente entre las nuevas generaciones. La legibilidad y la coherencia visual son esenciales cuando todo se consume en pantallas pequeñas y a gran velocidad. Este tipo de procesos no son exclusivos del ámbito institucional. Nosotros, en NITID, también impulsamos un rebranding en 2023 para reforzar nuestra claridad y coherencia como marca. En ese sentido, la renovación del Ayuntamiento parece orientada a ordenar la comunicación, unificar criterios y proyectar una imagen más actual sin renunciar a los símbolos históricos.
Desde una perspectiva semiótica, ¿cómo se puede interpretar el nuevo logotipo y qué valores, conceptos o narrativas crees que pretende transmitir?
El logotipo simplifica los elementos emblemáticos como el oso, el madroño, la corona y las estrellas, para adaptarlos a un lenguaje visual actual que busca ser más directo y comprensible. Esto transmite claridad, funcionalidad y modernización, valores que vemos cada vez más en las instituciones que quieren mostrarse accesibles, transparentes y orientadas al ciudadano. La tipografía Chulapa nos ofrece claramente ese guiño a la identidad madrileña, conectando con el patrimonio visual del callejero histórico y aportando un toque de autenticidad local. Por lo tanto, creo que han intentado proyectar una narrativa de continuidad con la tradición, pero con una lectura más actualizada, coherente con los entornos digitales y con la imagen de una ciudad que evoluciona sin perder su esencia castiza.
¿Qué segmentos de público se consideran prioritarios cuando una administración pública decide rediseñar su marca institucional, y cómo se adapta la identidad visual a ellos?
Los destinatarios prioritarios suelen ser la ciudadanía general, es decir, cualquier usuario de los servicios municipales que interactúa con la administración a través de canales digitales o presenciales. No podemos olvidarnos de los turistas, empresas y actores institucionales que se relacionan directamente con Madrid. Para ellos, la identidad debe resultar clara y fácilmente reconocible. Por eso se apuesta por un diseño más simple, legible y versátil, capaz de funcionar correctamente en aplicaciones móviles, redes sociales u otros soportes audiovisuales. Al final, se trata de garantizar que públicos muy distintos identifiquen la marca de manera coherente, independientemente del canal o contexto en el que la encuentren.
¿De qué forma puede un logotipo renovado influir en la percepción y la relación emocional de la ciudadanía con su administración?
Creo que un logotipo no cambia por sí solo la relación con la administración, pero sí puede ayudar a enmarcarla y a reforzar determinadas percepciones. Una identidad renovada transmite la idea de una institución que se actualiza, cuida su comunicación y se esfuerza por adaptarse a los nuevos formatos, algo que suele valorarse positivamente si se mantiene la esencia del símbolo. Creo que si los madrileños perciben orden, claridad y coherencia en la comunicación municipal, la marca contribuye a generar familiaridad y la confianza necesaria. Eso sí, su impacto real dependerá siempre del conjunto de políticas y servicios.
¿Qué criterios o métricas se utilizan en el ámbito institucional para evaluar si un cambio de identidad visual ha sido exitoso o adecuado?
En comunicación se analiza tanto la capacidad de la nueva identidad para unificar mensajes como su legibilidad, su uso por parte de los equipos internos y su integración en los distintos canales. También se suele observar la percepción ciudadana mediante estudios cualitativos, encuestas o análisis de conversación en redes sociales, donde se identifican reacciones y posibles áreas de mejora. Otro indicador fundamental son los impactos en medios. Si analizamos este cambio a medio plazo, la estabilidad y el reconocimiento de la nueva marca serán señales de éxito.
¿Qué riesgos implica intervenir un símbolo tan arraigado como el del Ayuntamiento de Madrid, y qué estrategias pueden ayudar a minimizar posibles resistencias o críticas?
Modificar un símbolo tan conocido siempre implica riesgo, porque forma parte del imaginario colectivo y está muy cargado de significado. Los cambios pueden interpretarse desde un punto de vista emocional o incluso político, especialmente en un contexto tan sensible a lo visual. Para reducir ese rechazo o posibles críticas, se suelen mantener los elementos esenciales, así como explicar bien el porqué del cambio y sus beneficios en futuras comunicaciones. La implantación progresiva también ayuda a que la transición no se perciba brusca, y una narrativa transparente permite que la ciudadanía entienda el sentido de la renovación. En estos procesos, la claridad suele ser la mejor herramienta para garantizar una aceptación natural.
En tu opinión, ¿cuáles son los principales aciertos y posibles áreas de mejora del nuevo diseño del logotipo del Ayuntamiento de Madrid?
En mi caso, desde el ámbito de la comunicación, destacaría como acierto la adaptación a entornos digitales y la apuesta por una tipografía con esencia madrileña, que ayuda a mantener coherencia, personalidad y una conexión emocional con la ciudad. También considero positivo que no se haya roto con los símbolos tradicionales, lo que facilita la continuidad visual y reduce posibles rechazos. En cuanto a mejoras, algunos expertos han señalado diferencias en niveles de detalle o la conveniencia de procesos más abiertos o participativos, algo muy habitual en debates de identidad institucional. Pero en mi opinión, creo que la intención de modernizar sin perder la esencia es clara y responde a necesidades reales de comunicación en el contexto actual.
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