A cuadros se quedaron algunos días atrás cuando vieron cómo Jesús Maraña, exdirector de la ‘Interviú’ de las tetas al aire y capataz del cierre de ‘Público’ en papel por cuenta de Jaume Roures, se erigía en profeta de la ética periodística desde ‘El País’, colocado por su accionista de referencia y directivo de Prisa, Josemi Contreras. Sostenía Maraña que iba siendo hora de conocer el accionariado de los medios y “qué grado de parentesco tiene cada cabecera con determinados intereses económicos o partidistas”. ¿Cuál es, por ejemplo, ese “grado de parentesco” de ‘Infolibre’ con la publicidad institucional? ¿Puede pedir transparencia quien ha tenido como accionista de referencia a un sujeto que se ha pasado, durante meses y meses, negando su papel destacado en el accionariado del mismo? ¿Pueden presumir los que difundieron un bulo sobre la pareja del líder de la oposición, utilizado por el presidente del Gobierno en el hemiciclo (al que asesora el ignoto caballero blanco que les rescató el frío), y reconocieron el error, curiosamente, cuando tocaba a su fin la semana parlamentaria?