Actualmente, el panorama al que se enfrentan las compañías está lleno de desafíos para sus profesionales, que tienen que convivir con muchos problemas de forma simultánea, en economías con altos niveles de deuda, una inflación que no termina de estar contenida y en un entorno geopolítico cada vez más complejo por la aparición de conflictos bélicos cada vez más cercanos a la Unión Europea.
Además, 2024 está siendo un año marcado también por la hiperconexión digital y el boom de la tecnología, dos tendencias que están reclamando continuamente transparencia para segurar un buen funcionamiento de las organizaciones. Es decir, para sobrevivir en este entorno, las compañías necesitan ser sinceras con la sociedad para conseguir así, ante una realidad compleja, una buena reputación. Un activo que se erige como crítico para las mismas,
Concretamente, en este escenario de constante exposición, donde las organizaciones están sujetas a un escrutinio sin precedentes por parte de los consumidores y partes interesadas, la gestión proactiva de la reputación se convierte en una prioridad estratégica ineludible.
Pero, ¿qué es y de qué hablamos al cuando mencionamos el termino, “reputación empresarial”? Es la imagen de una compañía y esta no es simplemente un distintivo superficial, es el reflejo de la integridad, la fiabilidad y el compromiso ético de una empresa en su conjunto y la percepción que de ésta tiene el resto de la sociedad. En palabras de profesionales del sector del marketing y la comunicación, “se necesitan 20 años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla. Si piensas en eso, harás las cosas de manera diferente”.
Una mala reputación puede tener múltiples consecuencias negativas para una compañía, afectando diversos aspectos de su operación y viabilidad a largo plazo. Es decir, cuando la imagen de una compañía queda dañada esta puede enfrentarse de forma paulatina a la pérdida de ventas y clientes, mayores dificultades para retener talento o mayor escrutinio público y mediático, entre otras.
Grifols o Amazon, ejemplos claro de cómo pueden afectar las dudas sobre una compañía
Un claro ejemplo de esto ha sido este año el caso de Grifols. Y es que, l reciente revuelo en torno a la firma farmacéutica española, ofrece un caso paradigmático de cómo la reputación puede tambalearse en un instante. Bastó con una acusación de manipulación de las cuentas de la compañía por parte del fondo de inversión especulativo Gotham para impactar negativamente en su valoración bursátil y suscitar interrogantes sobre su integridad corporativa. Este episodio subraya la importancia crítica de una gestión reputacional rigurosa y transparente en todas las esferas de la actividad empresarial.
Por otro lado, destaca también el caso de Amazon que enfrentó una intensa crítica pública debido a las condiciones laborales en sus centros de distribución, lo que llevó a protestas de los empleados y pérdidas de apoyo de marcas y streamers importantes. Además, en este caso, la respuesta de la compañía fue considerada inadecuada, ya que no abordó adecuadamente las preocupaciones laborales, exacerbando el problema
O, el destacable caso de Nestle, que continuó durante años sufriendo las consecuencias de su uso de aceite de palma proveniente de fuentes responsables de la deforestación, y en el que su intento de censurar las críticas en redes sociales no hizo más que empeorar la situación haciendo que su respuesta inadecuada a las preocupaciones medioambientales y sociales afecte negativamente su reputación .
En definitiva, la transparencia emerge como un pilar fundamental en la construcción y preservación de la reputación corporativa. Aquellas empresas que optan por ocultar información o engañar a sus clientes corren el riesgo de minar irremediablemente su credibilidad y su posición en el mercado. Por el contrario, las organizaciones que abrazan la transparencia y asumen la responsabilidad por sus acciones construyen relaciones sólidas y duraderas con sus clientes y la sociedad en su conjunto.
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