Antes de arribar a
La globalización, tan denostada izquierdistas retrógrados y proteccionistas adictos a la subvención, ha permitido que Asia despegue. Les recomiendo que lean “La tierra es plana” de Friedman y “China S.A.” de Fishman, los dos en la librería más cercana. China e India se han lanzado a una carrera vertiginosa de creciento. La transferencia de rentas y tecnología hacia ese lado del mundo es colosal. Las comunicaciones han roto todos los esquemas. Los jóvenes indios formados en las escuelas tecnológicas de Bangalore ya no emigran. Redes de fibra óptica y cables suboceánicos les permiten trabajar en empresas que hacen la declaración de la renta a ciudadanos de Idaho o de Wisconsin, o reservar una mesa en un restaurante del Village para un cliente de Nueva Jersey. China rompe los mercados con precios ínfos en el textil, la informática, los automóviles o las llantas de aleación. Ya no sólo consumen petróleo, ahora compran compañías enteras; no sólo fabrican tátiles, sino que son dueños de toda la división de ligeros de IBM. China atrae ramos industriales enteros, presta dinero a una economía norteamericana endeudada, y dicta las reglas del consumo al otro lado del Pacífico.
La deslocalización tiene un ritmo creciente. Frente a esta migración del trabajo ¿qué hace Europa? Jaleadas la decadente Francia, a las autoridades de
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