El debate presidencial de este lunes presentará escasas novedades. El lugar elegido es el Palacio de Congresos del Campo de las Naciones y el presentador Manuel Campo Vidal, igual que hace cuatro años. La única novedad será Alfredo Pérez Rubalcaba, una presencia forzada la renuncia de José Luis Rodríguez Zapatero a presentarse a la reelección.
La noche de ayer Elena Valenciano (PSOE) y Esteban González Pons (PP) confirmaron Twitter (como ya viene siendo habitual al cerrar los flecos de este debate y quizás apostando una falsa sintonía con las redes sociales) que el presentador sería tercera vez Manuel Campo Vidal.
Los políticos se han congratulado que tras los acuerdos aseguran que este será un debate ‘mucho más flexible y dinámico’ y ‘más realista y sincero’ .En cuanto a las intervenciones, habrá un prer bloque donde cada candidato hablará sobre economía y empleo, y otro en el que se debatirá sobre política social, democracia y política exterior.
No obstante, prácticamente todo el sector asume que el debate será de todo menos dinámico y que las negociaciones de los partidos sólo contribuyen a ponerles más corsés al diálogo. Si nos centramos en el últo debate entre Rajoy y Zapatero –y la idea actual de casi replicar ese formato veremos que los tiempos, las intervenciones controladas al milímetro pidieron un debate real y una verdadero disputa de ideas.
Por el contrario vos discursos paralelos que pocas veces se encontraron. Del mismo modo vos a un Manuel Campo Vidal y a una Olga Viza como administradores del cronómetro más que a dos periodistas con intención de enriquecer el diálogo. A favor de ellos juega precisamente el férreo control que los partidos hicieron hace cuatro años –y están haciendo en estos momentos para tenerlo todo controlado y que nada se saliese del guión.
¿Qué esperar para el lunes? Pues básicamente más de lo mismo. Lo que los partidos califican de acuerdo satisfactorio en realidad se traduce en que se han asegurado que sus candidatos no sufran ante las cámaras y que puedan decir su discurso libremente, como si se tratase de un mitin televisado en directo. Nada más y nada menos. Lamentablemente a los periodistas no nos queda más que aburrirnos y intentar buscar titulares donde probablemente no los haya.
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