La Plataforma de Afectados por la Hepatitis C ha cumplido con la palabra dada hace semanas a los familiares de los cerca de 4.000 pacientes fallecidos el pasado año por no haber recibido el tratamiento de última generación aprobado en España que podría haberles salvado la vida. Hoy ha presentado ante la Audiencia Nacional una querella contra la ex ministra de Sanidad, Ana Mato, a quien responsabilizan de ‘omisión del deber de socorro’ y de haberles ‘dejado morir’.
Ha vuelto a ser un fin de semana intenso para la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C (PLAFH). Si el sábado lideró la marcha hasta el Palacio de la Moncloa (Madrid) en la que más de medio millón de personas exigían ‘de una vez por todas’ una solución al problema de acceso a los fármacos de última generación que han demostrado tener una eficacia de hasta un 90%, ayer se reunió con un equipo de abogados para definir los términos jurídicos de la querella presentada hoy contra Ana Mato, ex ministra de Sanidad.
En ella, la Plataforma denuncia que desde que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) aprobase sofosbuvir (‘Sovaldi’ de Gilead) se han registrado unos 4.000 fallecimientos de pacientes que se podrían haber beneficiado del uso de este fármaco de última generación cuyos ensayos clínicos han demostrado que tiene una tasa de eficacia de hasta un 90%.
Sin embargo, esta acción no calma la impotencia ni los ánimos de enfermos y familiares, quienes reclaman que se extienda el uso de los tratamientos a ‘todos’ los pacientes que los necesiten para evitar así el trágico desenlace al que se ven expuestos 12 pacientes al día en nuestro país.
‘Es urgente que den ya la medicación a los enfermos y se habilite una partida extraordinaria para poder pagarlos, lo demás son palabras y falsas promesas’, insiste el presidente de esta plataforma, Mario Cortés, quien advierte que una vez se admita a trámite esta querella, podrían incluir al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
La sombra de la querella también planea sobre el actual ministro del ramo, Alfonso Alonso. Parece ser que todas sus ‘buenas intenciones’, como crear un comité de expertos, no convencerán a nadie hasta que satisfagan la única exigencia de los enfermos: ‘ser curados’.
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