En la Tierra a jueves, 18 abril, 2024

El presidente del PP ve como su partido se desangra a derecha e izquierda, quiere llegar a Moncloa sin despeinarse

Y Casado era los padres

A lo largo del escaso tiempo al frente del PP, a Pablo Casado le hemos conocido como Gaspar, Melchor y Baltasar. Los tres en la misma persona de aquel que pasó del tono duro para frenar a Vox, a copiar a Ciudadanos o dar una patada al aznarismo, cuando Sánchez le asustaba con que venía el lobo de la intransigencia en forma de diputado por Ávila. La ilusión llevó a muchos a pensar que Casado era los Reyes Magos y nos enteramos demasiado pronto de que era los padres.

Sin brújula, ha caminado por todos los senderos del miedo a perder votos a la derecha y al centro dejando a su partido desdibujado en el bosque de la política. Acostumbrado al bipartidismo que mamó desde antes de estudiar en el Harvard de Aravaca, el delfín de Aznar (“Si alguien me tiene que sustituir alguna vez, que sea Pablo Casado”, Aznar dixit) sigue practicando la misma política que cuando era presidente de Nuevas Generaciones. Espera Casado que algún día se repitan aquellos momentos en los que los acuerdos y las críticas eran a dos y las negociaciones se enquistaban cuando había que dibujar el Presupuesto para los nacionalistas. Su anhelo por volver a aquellos tiempos le ha nublado la realidad, mientras espera melancólico a que Sánchez y sus socios de Unidas Podemos se estrellen en las urnas y él herede La Moncloa sin despeinarse. 

Consiguió su sueño de presidir el PP ganando a Soraya Sáenz de Santamaría, la todopoderosa tecnócrata, o a María Dolores de Cospedal, metida hasta la cocina (de la Kitchen) del partido. Con los votos de ésta se hizo con el partido y de paso con sus problemas, por mucho que ahora el argumentario de Génova intente hacer ver que Cospedal ya no está. Estaba entonces y Casado ganó gracias a sus votos.

Pero siendo un problema el caso Kitchen, que cerca a la ex secretaria general y su marido, lo es aún más la nula iniciativa de los populares. Atrincherados en su cuartel general, observan cómo Vox y Ciudadanos marcan agenda propia mientras ellos actúan siempre a la defensiva.

Abascal propone una moción de censura y Arrimadas hace ver que es capaz de llegar a acuerdos y velar por el bien de España. Hacen ruido.

El mayor ruido que ha hecho Casado ha sido expulsar a Cayetana Álvarez de Toledo de la portavocía del Grupo Popular, para que la bancada de enfrente no le afee su moderación, como si esa decisión hubiera evitado que Sánchez exhibiera el único mantra que le ha fabricado Iván Redondo contra el PP. 

El calendario judicial no es una buena noticia para el PP. Daban por amortizados a los mártires de la Púnica, con su epicentro en Madrid, con aquello de que Pablo era muy joven cuando estaba en la órbita del PP de Aguirre. Daban por amortizados a los protagonistas de Lezo y a los restos de la Gurtel porque como casi siempre ocurre en los partidos, todos son muy amigos hasta que aparece una Caja B. Que se lo digan a Pablo Iglesias…

Sin embargo, las informaciones que relacionan al ex ministro Fernández Díaz, a Cospedal y su marido, y otros cargos intermedios con Villarejo y el espionaje a Bárcenas, han pillado desprevenidos a los de Génova. Al menos eso hace ver con sus declaraciones Pablo Casado al decir que los protagonistas ya no están en el PP, una afirmación tan pueril que produce hasta cierta ternura. Por contra, escuchar al portavoz y alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, decir que el PP debe asumir lo ocurrido en el caso Kitchen ya que los rivales “aprovecharán la tormenta” demuestra su clarividencia.

Y no es poco con lo que hay.

Seguiremos Informando…

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