En la Tierra a viernes, 26 abril, 2024

El asma: qué es y cómo tratarla

El asma es la enfermedad de las vías respiratorias más frecuente, sólo en España son más de 2,5 millones de personas las que la sufren.
El próximo 1 de mayo es el Día Mundial del Asma, un buen momento para según la Organización Mundial de la Salud y numerosas organizaciones y colectivos se movilizan para para concienciar a la población de las cargas que supone dicha enfermedad a quien la padece y de la posibilidad de tenerla bajo control, llevando una vida saludable sin limitaciones.

Esta enfermedad, que afecta a 150 millones de personas en el mundo, tiene además una incidencia especialmente alta entre los más pequeños de la casa (afecta aproximadamente a un 10% de los niños), convirtiéndose en la enfermedad crónica más habitual de la infancia. No tiene aún cura, pero sí hay una serie de métodos y pautas muy interesantes para el control de la misma.

“Los síntomas más comunes del asma”, explica la Doctoras Lorena Comeche, jefe asociada del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, “son la sensación de falta de aire, opresión torácica, tos habitualmente seca, irritante o con secreciones respiratorias y la autoescucha de ruidos respiratorios a modo de silbidos. De hecho, a veces cuando estos síntomas son nocturnos pueden acabar despertándonos.”

Estos síntomas aparecen como consecuencia de la inflamación de las vías respiratorias. En el asma, el revestimiento mucoso que tapiza el interior de los bronquios, los tubos que hacen llegar el aire a nuestros pulmones, se inflama y dificulta el paso del mismo.

¿Por qué se produce?

Su aparición puede deberse tanto múltiples factores, desde los inherentes al propio paciente hasta medioambientales. Entre los primeros, la genética juega un papel clave ya que algunos genes predisponen la atopia (capacidad de un sujeto para generar respuestas alérgicas al exponerse a una determinada sustancia: pólenes, ácaros, hongos, epitelios de animales) y otros que predisponen a una hiperreactividad bronquial ante un determinado estímulo (alérgenos, infección, contaminación, etcétera).

Y en lo que respecta a los factores ambientales, los más habituales son las infecciones respiratorias, en especial las virales, de modo que hasta un 40% de los niños que ingresan en un hospital por una bronquiolitis por el virus respiratorio sincitial (VRS) desarrollan un asma en la infancia; o el tabaco, que incrementa el riesgo de asma en los fumadores, pero también cuando entre aquellos que padecen el humo de forma pasiva, sobre todo durante la infancia o la gestación, cuando la madre fuma.

También pueden influir otros factores como la obesidad, el sexo (en la infancia es más frecuente en niños, mientras que en la edad adulta hay más casos en mujeres), haber nacido de forma prematura, o no haber sido alimentado con leche materna.

¿Cómo diferenciar una tos puntual del asma?

Cualquier tos mantenida debe hacer sospechar un asma. Es más, el asma es la causa más frecuente de tos crónica (cuando dura más de 8 semanas). Además, es significativo cuando se asocia a dificultad respiratoria, silbidos del pecho, cuando siga un patrón estacional, si se identifican determinados desencadenantes o hay antecedentes familiares. Se podría decir que cualquier tos de más de 7-10 días debería ser evaluada por un médico de familia, y que cualquier tos mantenida sin diagnóstico debería ser evaluada por un neumólogo.

Para su diagnóstico, además de la identificación de los síntomas comentados anteriormente, se realizan pruebas de función respiratoria, en las que se evidencia una obstrucción variable de los bronquios (espirometría y prueba broncodilatadora), inflamación bronquial (determinación de la fracción de óxido nítrico en aire exhalado, conocido como FENO) o hiperrespuesta del bronquio a un estímulo broncoconstrictor (test de provocación bronquial).

El tratamiento, clave para su manejo

Una vez confirmada la enfermedad, el tratamiento es muy importante alcanzar un buen control para no presentar síntomas, evitar crisis y pérdida de función pulmonar en un futuro.
Para ello se usan inhaladores que se pueden dividir en dos tipos: los que alivian los síntomas, llamados de rescate; y los de mantenimiento, para controlar la enfermedad cuando los síntomas son persistentes.

 

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