‘Padece el mal de Parkinson’, esas palabras son demoledoras; tras descubrir qué se tienen los temblores incontrolados del cuerpo y hacer varias pruebas diagnósticas, el pensamiento de ‘seré una carga’ no pasa inadvertido para todos aquellos que lo padecen, sin embargo, las nuevas medicinas y avances científicos pueden ayudarnos a ralentizar la enfermedad y que los estadios avanzados de la misma lleguen lo más tarde posible, aumentando nuestra calidad de vida.
Cuando a una persona se le diagnostica la EP, la presión que recibe puede ser de haber caído en una fatalidad insuperable. Puede sentir conflictos emocionales que van desde dudar o negar el diagnóstico a caer en una sensación de vulnerabilidad, ansiedad, tristeza o depresión.
Sin embargo, a pesar de que la EP carece de una cura radical, sí que hoy día se dispone de tratamientos eficaces para controlar los síntomas, mediante los que se evita o dilata al máxo la progresión hasta estadios avanzados.
El propio diagnóstico es, en sí mismo, terapéutico, ya que cuando una persona sabe que le pasa algo (en el caso de la EP, ejemplo, que le tiembla la mano y no sabe qué) es decir, conoce el diagnóstico, encontrar la razón debe servir de revulsivo: ‘Sé lo que me pasa y me voy a poner en tratamiento para ello’.
Los problemas de la angustia que genera padecer una enfermedad no identificada quedan elinados. La angustia será, en todo caso, suplantada la preocupación lógica, especialmente cuando se deja llevar pensamientos negativos, de culpa, como ‘seré una carga para la familia’, etc. Pero es tante que el paciente sepa que con un buen seguiento parte de su médico y la correcta medicación, la EP puede llegar a ser controlada.
